martes, 16 de febrero de 2010

La reforma de la Educación estrictamente necesaria

Hoy he leído en el periódico que el Ministro de Educación se ha propuesto como objetivo fundamental de la reforma educativa potenciar la FP en España. Cambios universitarios aparte, creo que es un acierto. Y lo será aún más si consigue un acuerdo que afiance el sistema educativo de una vez por todas, sin que LOE's, LOGSE's y demás basuras legislativas implantadas sin el quórum de los dos grandes partidos nacionales sigan haciendo mella en el sistema formativo español, y por ende, en la competitividad de España.

Hace falta conseguir que la FP sea una opción real formativa, y no un camino marginal para defenestrados en el objetivo de llegar a la universidad, que el subconsciente colectivo español tiene como principio vital de toda persona que pretenda ser decente. Pero la Formación Profesional no es una degradación, no es una deshonra, no es la segunda división: es una necesidad para cualquier sociedad, una opción que debería respetarse, la elección que muchos españoles deberían hacer en función de sus gustos y prioridades. Pero hoy en día no es así, y el resultado de la situación actual es una cuadrilla de universitarios desmotivados y sin un objetivo claro cuando entran en la facultad (en ocasiones, incluso cuando salen de ella), titulados superiores ejerciendo trabajos cualificados, tales como cajero del Carrefour o dependiente del Decathlon, y unos niveles de competitividad irrisorios.

¿Será esta la ocasión en que se cimiente el sistema educativo español para los próximos 20 años o consiguirán que se convierta en otra oportunidad perdida?

viernes, 12 de febrero de 2010

Dios y el Colacao

Retomo el testigo de Rafa, que ya debe de haberse cansado de ser el único que publica en el blog, para contaros una anécdota: ayer estaba en la ducha y, entre canción aberrante y berrido insoportable, llegué a la siguiente conclusión: La Iglesia es como el Club Colacao. Es decir, es una Asociación (con ánimo de lucro) a la que me apuntó mi madre cuando era pequeño y que por entonces tenía sus ventajas: por pertenecer te hacían regalos (la Baticao o el reloj de la comunión, según el caso). Ahora, no es más que algo a lo que sigo perteneciendo por la pereza que me da borrarme y porque a alguien debe de beneficiar seguir manteniéndome en la lista de personas adscritas.

Este chascarrillo irreprimible se me escapa ahora que recuerdo que hace unos días mantuve una conversación con un 'numerario' del Opus Dei; en principio, un tio de mi edad, como cualquier otro. Pero es rondar el tema de las directrices que mueven tu vida y comenzar a rodar la maquinaria de la campaña de márketing. Y ni me importa hablar de mi espiritualidad o falta de ella, ni de cómo es mi vida sin Dios. Pero, por favor, ¿es tan complicado no comportarse como un comercial de Alma®? Y lo de este chico no es un caso particular.

Como me tengo en alta estima, en momentos como ese me acuerdo del payaso de Böll: "los católicos [...] cuando tienen a alguien por medianamente inteligente esperan que se convierta pronto". ¿No se cansan, dos milenios después, de seguir vendiendo vidas eternas a quiénes les da lo mismo que luego haya ángeles y nubes, 40 vírgenes para los mártires o, simplemente, un cajón de madera cara? ¿Tan jodido ven el mercado actual? ¡Qué campaña, copón!

Me declaro tan agnóstico del Colacao como de Dios. El que prefiera al conejito de Nesquik, tan guapo como al que le gusten los negritos del África Tropical. Sí, es un juego de palabras. Y yo bebo lo que me da la gana.